Caligrafía. (Del griego kalligraphia; escritura bella, de kallos y graphein). Arte de escribir con letra bella y correctamente formada, según diferentes estilos. || Conjunto de rasgos que caracterizan la escritura de una persona, un documento, &c.
Palomares en su Arte Nueva de Escribir... dice acerca de esta disciplina: “…enseña a dibujar, delinear, ó sea escribir con ayre y gallardia las letras mayúsculas y minúsculas de nuestro Abecedario, siguiendo el buen gusto de los famosos pendolistas, de modo que si se escriben ó delinean letras bastardas, no puede, ni debe usarse de las de otros géneros de caracteres, porque cada uno tiene sus abecedarios determinados con ciertas figuras en que accidental, y no substancialmente se diferencian. Esto se llama forma, stylus, sive character.” En el s. xix el calígrafo Alverá y Delgrás la define de esta manera: “Entiendo por arte de escribir, la colección de reglas, que enseñan a formar con perfección las letras o signos del alfabeto; porque escribir, es formar signos o caracteres, que por el convenio común de los hombres, representan los acentos o ecos de la voz humana, con los cuales, a la manera que de muchos acentos juntos se forma una voz pronunciada, así con muchos caracteres juntos se representan a los ojos de aquella voz escrita.”
La caligrafía comienza a partir del momento en que los escribanos son liberados por la imprenta de la rutinaria tarea de ejercer como meros transcriptores de textos. Las prensas dejaron sin ocupación a muchos de estos amanuenses que tuvieron que demostrar su arte dedicándose a la enseñanza de su escritura; bien como maestros o divulgando su maestría con la publicación de manuales en los que se incluían tanto muestras de letra como instrucciones, que fueron difundidos paradójicamente gracias a la imprenta. Tratados impresos de caligrafía conocidos como “artes de escribir”, que dan lugar a un género bibliográfico de larga tradición europea, que arranca con los manuales de los italianos Segismundo Fanti y Luís Henricis “El Vicentino” de 1514 y 1522 respectivamente y que inaugura en España Juan de Icíar en 1548.
Con el auge creciente de los manuales impresos de escritura, comienza el desarrollo histórico de las distintas escuelas caligráficas europeas, que se manifiestan en cada territorio por el uso de unos mismos modelos de letra, unos mismos procedimientos de enseñanza y el empeño colectivo de un grupo de autores, que se afanan en encontrar la idiosincrasia nacional de una letra propia; la gótica fraktur en Alemania, la redonda en Francia o la escritura inglesa roundhand o en Inglaterra.
Del repertorio de letras que enseñaron los maestros calígrafos españoles destacan dos cursivas principales de uso común en la escritura corriente: la bastarda y la redonda. Y de entre las de adorno: las góticas francesa y flamenca, la redonda de libros o rotunda; la latina o sepulcral, (romana capital cuadrada); la Antigua, antiqva, romana o romanilla de imprenta; la Itálica, aldina, grifa o bastardilla de imprenta; o la Italiana moderna, de muy poco uso, entre otras.
La bastarda española es el estilo nacional por excelencia. La primera vez que se utiliza la palabra ‘bastarda’ respecto de la escritura, es para referirse a un grupo de escrituras semigóticas corrientes y cursivas denominadas bâtardes, surgido en Francia a comienzos del periodo gótico. Sin embargo, la acepción más extendida del término se refiere al uso que hicieron italianos y españoles del s. xvi respecto de la variante simplificada y dulcificada de la escritura cancellaresca, siendo la cancellaresca bastarda o bastarda a secas, el resultado de un deliberado y meticuloso proceso de estilización y depuración de las formas, realizado por maestros calígrafos expertos.
El estilo bastardo es en realidad un conjunto de letras derivadas de la cancellaresca italiana, entre las que destacan la bastarda italiana original, la bastarda española y la escritura italiana moderna. Sin embargo algunos estudiosos como Alexander Nesbitt son partidarios de reservar el nombre de ‘bastarda’ para las genuinas variantes españolas. Siendo éste, uno de los más interesantes avales en cuanto se refiere al reconocimiento de la identidad propia de la bastarda española.
Habitualmente es considerado Vespasiano Amphiareo como el artífice de la denominación de bastarda, sin embargo el término ya era conocido por entonces en España, como lo demuestra el empleo anterior del término por Juan de Icíar en 1547. Los tratados de caligrafía italianos son conocidos por el vizcaíno, que viajó a Italia en su juventud y a partir de cuyos modelos da forma a mediados del s. xvi a la primera versión española de la bastarda, que se difunde rápidamente. Para el calígrafo del s. xviii de origen italiano Abate Servidori, Icíar se limitó a copiar a los italianos y duda que aportase nada nuevo a la cursiva italiana. Otros como Fray Luís de Olod o Torío reivindican la figura de Icíar, y creen que su trabajo no se limitó a copiar, si no que se embarcó en una tarea propia de transformación de la versión aragonesa de la cancilleresca, que se venía usando desde hacía tiempo, hasta convertirla en una genuina bastarda española, proceso equivalente y paralelo al que El Vicentino había recorrido poco antes en Italia, desde la cancellaresca original hasta la bastarda. Torío afirma respecto de la bastarda de Icíar: “…enseña el carácter cancilleresco esquinado, que era el magistral, pero sin la aridez de ángulos, y más valiente y nervioso que el de los italianos, cuyas obras y métodos tuvo presentes […] usó el método analítico, haciendo una anatomía de la letra, yendo de lo simple a lo compuesto, separando los principios de que se componen para que el discípulo perciba mejor su formación.”
En 1574 asegura Icíar que “la letra bastarda es la más conocida y usada en toda España”. En su Arte de Escribir de 1577 Francisco Lucas la reconoce como “la más práctica y eficaz” y a finales del s. xvi Ignacio Pérez dice de ella que “...de todas las letras, la más usada es la bastarda llamada antiguamente cancilleresca”. Casanova la llama “reina de todas las letras”; Servidori se refiere a ella diciendo que “La letra bastarda es la más hermosa de todos los caracteres cursivos […] La letra bastarda que es hija de la cancelleresca, ha sido desde principios del siglo xvi la letra más hermosa, y la norma de todos los que han enseñado cualquier carácter llano o cursivo, bastardo o no bastardo”. Pero si el maestro Icíar es quien la introduce en nuestro país, Francisco Lucas es quien le otorga personalidad propia, y Pedro Díaz Morante, José de Casanova, Santiago Palomares, Torío de la Riva y otros tantos la cultivan en sus artes de escribir a lo largo de un proceso que se dilata cuatro siglos.
En el s. xvi la bastarda alternaba protagonismo con la redonda, pero que a medida que dicha letra se afianzaba en el país vecino como letra nacional, fue siendo abandonada por los maestros españoles, para ir centrando su interés en el desarrollo de la bastarda. Aunque son en realidad un grupo heterogéneo de variado origen, con la verticalidad como única característica común, la redonda es junto a la bastarda, el otro modelo de escritura corriente presente en todos los tratados.
Los modelos de redondilla de Lucas fueron ingredientes necesarios para el desarrollo de la ronde o redondilla francesa. A partir de aquellos modelos los escribanos del Ministerio de Finanzas francés de la época, desarrollaron una écriture ronde financière que los ingleses llamaron secretary y que fue posteriormente canonizada por los tratados de escritura de Barbedor y Senault de 1628 y 1650 respectivamente, hasta llegar a convertirse en la principal letra francesa. Una vez terminado el proceso constructivo, la ronde volvió a formar parte del repertorio habitual de los manuales hispanos. En algunas escuelas españolas del los siglos xix y xx, de las que todavía pueden encontrarse testimonios directos, se llevó a cabo una peculiar segregación caligráfica de los alumnos, consistente en enseñar a las niñas la letra redondilla y a los alumnos varones la bastardilla. Una excéntrica tradición extendida entre algunos colegios y maestros les llevaba a considerar que las características gráficas de cada uno de estos estilos de letra, se adaptaba mejor a la idiosincrasia de cada uno de los sexos.
Los escolapios o piaristas son, una de las más importantes congregaciones religiosas dedicadas a la enseñanza. Se establecen en España hasta finales del s. xvii, llegando a adquirir gran relevancia en el siguiente siglo como consecuencia de la expulsión de los jesuitas. Los escolapios estudiaron como nadie la tradición caligráfica española convirtiéndose durante mucho tiempo en depositarios de su importante legado y garantes de la enseñanza de una escritura bastarda española de la mejor factura.
A finales del s. xviii, para la formación de especialistas en las distintas profesiones de las áreas del textil y las artes gráficas fundamentalmente, y bajo el auspicio de las Reales Sociedades de Amigos del País se implantan en España las Escuelas Técnicas y las de Artes Aplicadas y Oficios Artísticos. En estas últimas se aprenden todavía hoy, con el nombre de Escuelas de Arte, los oficios relacionados con la actividad artística. En las Escuelas de Artes y Oficios y en las Escuelas Normales de Magisterio, fueron los únicos reductos oficiales en los que todavía en el s. xx, una asignatura de caligrafía continuaba formando parte de su currículo.
En las primeras décadas del s. xix, la hegemonía política, económica y colonial británica, la ingente documentación comercial y financiera generada, y la difusión del plumín de acero flexible y puntiagudo, contribuyeron a la propagación universal de la english roundhand writting o letra inglesa. En 1881 se adopta en la escuela pública francesa y en España acaba por ganar muchos partidarios, algunos incluso abogan por el abandono de la bastarda española y su sustitución por la letra inglesa. Con el paso del tiempo este tipo de letra acabará convirtiéndose en sinónimo de formalidad, prestigio y elegancia.
En el s. xx, al igual que en la sociedad en general, la tendencia general en el ámbito de la enseñanza fue la del utilitarismo. La escuela de primeras letras abandona progresivamente la caligrafía como objetivo principal de la escritura y el interés de se desplaza hacia el dominio de la correcta ortografía. Ahora en la escritura lo importante era el contenido y no el contenedor, la sencillez en su aprendizaje, y no la elegancia de sus formas. La escritura fue alejándose de sus formas caligráficas, hasta convertirse en un mero vehículo para la transmisión de las ideas.
La excesiva dificultad y artificiosidad de la escritura inglesa dominante había conducido a la caligrafía a una situación de hastío. Surgieron en Estados Unidos los sistemas de Spencer y Palmer que consiguieron una versión más simplificada, pero desnuda, perdiendo gran parte de su elegancia y atractivo. Además las escrituras copperplate de pluma puntiaguda ya no resultaban acordes con los usos de los nuevos tiempos, por lo que fueron quedando relegadas a un uso restringido en documentos de carácter solemne.
Dos fueron los estilos funcionales que pugnaron por hacerse con la escritura en las escuelas de principios del s. xx, la script y la escritura vertical. De las distintas escrituras nacionales, surgieron nuevas versiones sin inclinación, entre las que destaca la letra americana o letra inglesa vertical.
Desde 1914 fueron reduciéndose las asignaturas de caligrafía de los planes de estudios españoles, hasta su desaparición definitiva en 1938 en tiempos de la República. Con el franquismo se produce una exaltación generalizada de los valores nacionales, a la que no podía quedar ajena la escritura. Algunos autores, profesores y maestros, con el beneplácito de los políticos, encabezaron un movimiento en pro de la recuperación de los viejos valores, de una escritura nacional casi olvidada. La promulgación de la ley Ibáñez Martín de 1945 que propugnaba la reinstauración de la disciplina de caligrafía en las Escuelas Normales y la reintroducción de la escritura española en la enseñanza básica y profesional.
La implantación de la escritura de laboratorio denominada script, basada en una sencilla estructura geométrica y concebida con criterios pedagógicos y el trazo uniforme del bolígrafo popularizado en la segunda mitad del pasado siglo, lograron hace ya varias generaciones, expulsar definitivamente a la caligrafía tradicional de las escuelas.
© Angel Gutiérrez Cabero, 2013
No hay comentarios:
Publicar un comentario